Se escucha un sonido de fondo, como si golpearan la puerta pero continúo leyendo hasta que lo escucho nuevamente. Dejo el libro en el piso y me levanto fatigada, voy hasta la entrada y te veo ahí.
Eras vos, con esos ojos color café, café intenso y esa mirada penetrante que me desgarra el alma.
No te esperaba, pero no se porque me sorprendo si siempre fuiste impredecible. Me tiembla la voz al saludarte, te invito a pasar y no estoy segura de porque lo estoy haciendo pero las palabras salieron más rápido de lo que yo pude pensar.
Estás acá, frente a mi con esa energía abrumadora, con ese aroma dulce, con tu sencillez. No puedo controlarme, no sé que me está pasando pero siento inmensas ganas de abrazarte, sin darme cuenta ya lo estaba haciendo. Necesito que me digas que te suelte, que ya no me queres y así podré decirte que te vayas.
Pero no pasó, seguis acá frente a mi sin decir nada. Aunque las palabras sobrarían si lo que habla es la mirada, nos extrañamos.
Y a pesar de que ambos lo sabíamos, así como vino se fue... sin decir nada.
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